Martes 22 de julio de 2008
Por Rosanna Chávez / La Nación
Otro caso de deportación desde España, donde se ven afectados niños
Cuidado: Sudaca a la vista
Juntó un millón de pesos para ir de vacaciones de invierno con su hija a España. Llevaba una montaña de papeles. Pero no una carta de invitación. Eso les valió su pasaje de retorno y horas de hambre y maltratos.
A sus 34 años, Nelly Zúñiga subía por primera vez a un avión para viajar junto a su hija, Pía (11 años), fuera de Chile. Estaban ansiosas y con la cabeza llena de proyectos sobre los lugares que visitarían en España. Todo estaba listo y bien organizado. De hecho, Marco Escobar, ex esposo de Nelly y padre de Pía, había comprado en diciembre los dos pasajes a la "madre patria" donde vive una prima de Nelly. Ésta, por su parte, contaba con un millón de pesos en euros, la autorización de Marco para sacar a Pía del país y el pasaje de regreso.
Por eso nunca imaginó que sus vacaciones de invierno se convertirían en una pesadilla apenas pusiera un pie en el aeropuerto de Madrid.
Tarjetita de invitación
Eran las nueve de la mañana del 29 de junio y la sonrisa inicial de ambas dio rápido paso al temor y desconcierto. Un policía español las separaba del resto de los pasajeros y las llevaba a una oficina donde había más personas, mayoritariamente sudamericanos.
Después de cinco horas de espera comenzaron las preguntas. Nelly en medio del llanto y el miedo intentaba contestar. "Tuvimos que esperar en otra sala desde las 11 a las 14:30 horas. Estaba aterrada porque toda la gente estaba muy molesta", comenta Nelly.
Las preguntas no cesaban. ¿A qué vino?, ¿cómo pagó el viaje?, ¿y su esposo?, ¿ tiene tarjetas de crédito? No entendían que Marcos las mantenía y que el viaje era un regalo. Le otorgaron un abogado gratuito, quien en palabras suaves le dijo que sí o sí serían deportadas. "Me dolió mucho saber que estaba a una hora de ver a mi prima y que no podría. Lloré porque mi sueño y las ilusiones de mi hija estaban rotas".
Los documentos de Nelly y su hija estaban en orden. Pero faltaba un papel: una carta de invitación, documento que tanto Nelly como su prima solicitaron a la policía local y que estaba en trámite formal cuando la chilena viajó.
Larga espera e insultos
La negativa para ingresar a España era un hecho y Nelly y su hija fueron llevadas al tercer piso del aeropuerto, donde revisaron sus pertenencias. Sólo les dejaron el dinero, una toalla, cepillo y pasta de dientes. Su celular no pasó, pues tenía cámara. Luego ingresaron a una sala con mesas y camas para una treintena de personas detenidas.
Hasta ese momento Pía era la única menor de edad. Eso no impidió que los policías trataran a gritos a toda la gente retenida. Recién a las 17:30 llegó la comida. "El pollo y las papas fritas estaban incomibles. Todo estaba pasado, agrio. Obviamente no pudimos comer nada", comenta Nelly. En la noche se apagaron las luces y, siguiendo las órdenes de los policías, cada uno tuvo que arreglárselas para acomodarse en el espacio.
No hubo desayuno. A las 16 horas Pía lloraba porque no aguantaba el hambre. Hasta esa hora sólo había comido unas gomitas y un chocolate que le dio una israelí. Nelly pidió comida y la respuesta fue: "Qué quieres que haga, que te dibuje comida en la mano. Ella (Pía) es una mujer y tiene que aprender a aguantar". La chilena contuvo su ira. Minutos antes se habían llevado esposado a un argentino que no lo hizo. Ella no podía dejar a su hija sola.
Derechos del niño
El domingo muy tarde logró comunicarse con su prima y pedirle que le avisara de la situación a Marcos en La Calera. "Tenía mucha rabia, porque desde acá no podía hacer nada. No pude dormir pensando en que en vez de pasear estaban presas", comenta Marcos.
A las 20 horas fue escoltada hasta el avión en una camioneta de la policía junto a otra mujer chilena. Al subir todos los pasajeros las miraban. Pía agachó la cabeza mientras la auxiliar de vuelo retenía sus pasaportes.
De vuelta en Chile, nuevamente tuvo que declarar. Pero Nelly no quería responder sino preguntar. ¿Por qué los españoles me tratan así y nadie hace nada?, preguntó. El policía chileno simplemente se encogió de hombros.
Hoy, Nelly y su familia no exigen dinero ni excusas por negarles la entrada al país (pese a que perdió el dinero de los pasajes). "Entiendo que inmigración decide quién pasa y quién no". Pero hay algo que no tolera: "Alguien nos debe una explicación por la violencia de los policías españoles", dice, pues asegura que aunque no hay heridas físicas, el temor y angustia de ambas aún están presentes. Ello sin contar con un hecho para ella no menor: Que se agreda y trate a un niño de esa forma "¿Cómo es posible que ninguna institución nacional o internacional vele por sus derechos en estos casos?".
PROYECTO DE LEY
El caso de Nelly no es aislado. En 2007, 460 chilenos fueron deportados desde Europa, principalmente de España. Por ello la Cancillería ha mostrado su preocupación frente al tema, presentando un reclamo formal y el ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, protestó ante el III Consejo de Asociación UE-Chile para que se hagan valer los términos del Acuerdo de Asociación existente entre ambas partes.
Por su parte senadores como Alejandro Navarro, Nelson Ávila y Ricardo Núñez crearon un proyecto de acuerdo donde solicitan a la Cancillería velar por los derechos de los chilenos que viajen a países con los que Chile mantenga tratados y que el Gobierno entregue apoyo legal y político a compatriotas víctimas de deportaciones ilegales u otros tratos vejatorios como discriminaciones raciales, sociales, étnicas, culturales y físicas.
“Es legítimo que los países tengan mecanismos de control de ingreso a sus territorios, pero respecto de los latinos, hay un grado importante de prejuicio y discriminación”, comenta el senador Navarro.